CUIDA TU TERRENITO

Es tan fácil creer, pero es tan difícil mantener lo obtenido por el creer.  Al final resulta que la fuerza de la fe no es tanto el hecho de dejar de sorprenderse con cada hallazgo de Dios, sino el aplicar la verdad de ese descubrimiento -en la iglesia le llamamos revelación-a la vida cotidiana.  Entonces vamos viendo, por dondequiera que vayamos, un tremendo ejército que conoce las promesas de Dios, las repite, las comparte con otros pero a la hora de vivir por ellas fracasa estrepitosamente.  En el Nuevo Testamento los apóstoles no cejan en sus intentos de que tanta maravillosa verdad no caiga en el tiesto de la basura y sólo sea un pozo repleto de sabios conceptos.  Y los predicadores de hoy estamos en las mismas- y con las mismas frustraciones también-de repetir y repetir que las verdades de Dios hay que internalizarlas en el quehacer diario, de tal manera que-¡por fin!- el mundo pueda ver a la iglesia como una carta abierta y al reino de Dios como una alternativa viable.  Teorías para lograr ese objetivo hay cientos; pareciera que cada "iluminado" se siente depositario del secreto de "cómo hacer que los cristianos vivan los preceptos que tanto predican" y adoptando una feroz mirada mesiánica y una voz de trueno, se lanzan vía radial, televisiva u "on line" a contarnos cómo en una fiebre de sábado por la noche Dios los visitó para revelarles el cómo.  Pero los que estamos de vuelta- no por ser más sabios, sino más viejos-, curiosamente, somos más incrédulos, seguimos enseñando que Eleazar tomó su espada y defendió su terreno hasta que ésta se pegó a su mano o que Sama se paró en medio de su terrenito de lentejas, confiando en que si era fiel en ese poquito, el Señor lo premiaría dándole otro poquito. Y terrenito, tras terrenito, un día sería dueño de la tierra de bendición que le tocara como herencia.  Esa es la idea, pasito por pasito, hasta llegar a la meta.  Como dijo alguien por ahí: "No temas ir despacio, sólo teme no avanzar".