La iglesia del Señor, expresada en un sinnúmero de congregaciones, debe mostrar el cuerpo de Cristo en la tierra. Este cuerpo se nutre por las vidas de quienes lo componen, según la actividad propia de cada miembro. Esto significa que cada hijo de Dios está capacitado por su Creador con frutos, dones, talentos, habilidades, potencialidades, las cuales deben ser desarrolladas en la comunión de los santos para luego ser usadas en medio de la sociedad en que vivimos.
Nadie está ajeno a este potencial, y no es bueno esconderlos porque eso hablaría de una falta de libertad y de fe; más bien, por el contrario, el discípulo o la discípula deben honrar la victoria de la cruz sobre sus vidas, expresando la multiforme sabiduría de Dios mostrando esos dones y talentos, con libertad y confianza.
El viernes 27 de Noviembre tendremos oportunidad de mostrar cómo Cristo nos ha liberado de vergüenzas, traumas o inseguridades, y ya sea que tengamos una voz propia del mejor tenor de América o simplemente la gracia para contar una anécdota simpática, sentiremos que somos ese cuerpo que se complementa y no que compite miembro contra miembro en pro de un aplauso o una corona humana, efímera y superficial.
Les abraza su pastor Rubén Rodríguez, quien, al tenor de estas palabras, algo tendrá que hacer también esa noche.
